30 septiembre, 2019

Experiencias

Quédate en un lugar,
 extiende todo tu cuerpo y siente cómo el viento traspasa las hendiduras de tus membranas; haciéndote sentir frágil,
 diminuto.

Permite que tu Otro hable y re relea esas historias que negaste,
 abre tus alas y deja que el impulso de saltar se aferre a tu médula...
y te empuje.

Respira profundo y mantén tu aire puro.
Aléjate de las almas abrumadas de realidad y fantasea con tu deseo de ser la verdadera versión de ti.

Malgasta tus últimas horas buscando las experiencias que faltan para llenar
los álbumes irónicos de la vida.

La fe es un virus que recorre el sistema inyectando pequeñas dosis de quietud y conformismo,
 la fe no es un acto es una espera.

Inicia tú la charla con el cosmos,
 no esperes que los grandes vientos te envuelvan.

Despégate de tu cielo y salta hacia los infiernos de los demás.
Comprende sus desgracias pero no seas parte de ellas, te comerán vivo.

Desafía a la muerte y ve a contar la verdad,
 que todos se enteren que los poetas no son tristes y que el amor sí existe.

Extraños

Esto de jugar a ser extraños algún día deberá terminar, las putas quieren caminar por las calles iluminadas, ya se cansaron de aquellos callejones oscuros.
Renacen del asfalto las sombras de las personas que fueron olvidadas, la del hombre que traicionó a su amigo encabeza la marcha y todo comienza a tener sentido.

Tan jodido es esto de fingir.

Eso somos, unos monstruos hijos de puta jugando a ser dignos de la bendición divina, creyendo que tenemos derecho a reclamar superficialidades y pendejismos; tratando de reír con esas imágenes pueriles que sólo traen recuerdos bastardos a nuestra mente.

Esto de leernos y no conocernos, esto de vernos y bajar la mirada.

Hijos de puta,
hijo de puta... la vida es mi madre, ¿y la tuya?.

Tantas veces reímos juntos que olvidamos agarrarnos la mano para caminar, tanta risa caga al amor.
Nos convencemos de que nuestra alma corre desnuda, feliz entre la maleza de los corazones; pero creer es nuestro mayor defecto, seguimos atándonos a la mierda que nos rodea y tratamos de convertirnos de a poco en eso.

Unos reales chuchas de su madre.

Apresuran sus pasos con un periódico viejo bajo su brazo o una funda de papel cada vez que les hablo coloquialmente, como si no me lograsen entender.

Ellos que fueron concebidos bajo una nube de confusión y dolor. Aquí gana el que se olvida de su pasado, de las cagadas que cometió para ganar así valor moral y poder recriminar y condenar los sueños de nuestros hijos, de tus hijos. 

Fumaron tantos años puchos de caroline escuchando a esos locos tira piedras que ahora se creen reyes.

Eso es todo, un poema impublicable que será arrastrado a la oscuridad para hacerle compañía a las putas que nunca saldrán... 
porque, aunque ellas quieran, nosotros no estamos listos.

Soldado

Un soldado más de esta inaudita guerra.

Armado de nostalgia y suspenso
lo empujaron a sacrificar algo más que sus ganas de vivir.

Sangra.
Huye.
Grita.

Limpia su rostro y sostiene temblorosamente su arma,
 una sonrisa.
Baja cuidadosamente los escalones de la angustia esquivando alivios temporales,
 ansía que la batalla acabe.
No sabe cómo llego hasta ahí pero sabe lo que debe hacer si quiere sobrevivir.
Caen a su lado los cuerpos asombrados de tanta maldad,
 caen y lo salpican de dudas sobre su existencia.
Corre entre la selva para esconder su miedo,
 él cree que podrá así rendirle culto a su hombría heredada.

Lo veo a lo lejos,
 manteniendo la esperanza de poder cambiar la historia.

Lo hubiese intentado otra vez,
 pero no aprovechó la oportunidad.
Ubicado se prepara para disparar su sermón sobre cómo sobrellevar el hecho de no saber qué hacer pero aún así querer hacerlo.
Esa disyuntiva le dio ánimos y corrió hasta la orilla donde se reflejó entre las piedras.
Sumergido en el charco de la miseria pudo darse cuenta del tiempo que había transcurrido durante su pelea.

Ya veterano no supo qué hacer con su efímero y borroso futuro.
Perdió tanto tiempo esquivando el dolor que sobrevivió sano y a salvo.

Ahora lo veo muy cerca de mi,
 se aferra a la idea de haber triunfado al conservar su vida
y no se da cuenta otra vez que esto debe doler para sentirse.

La vida siempre duele.

Manos Vacías

Aunque mis manos están vacías es mi corazón lo que intento llenar, 
mientras mi alma baila voy despertando mi consciencia. 
Me esfuerzo para ser un mejor humano, 
crezco junto a mi prójimo, 
aprendo con cada fracaso y saboreo mis victorias.

No permito que un sentimiento altere mi estabilidad, 
protejo mi bienestar mental e intento cuidar mi entorno. 
Trato de dejar a un lado el ego para manosear el hecho de ser una persona compuesta, 
entre otras cosas, de errores y fragilidades. 
Todos los días me equivoco pero no me frustro,
 entiendo que puedo aprender algo de cada situación y que los desaciertos no son una condena.

Valoro los detalles y no escatimo al expresar mi amor hacia mi familia y mis amigos. 
No olvido agradecer cada oportunidad para sonreír y coleccionar historias. 
El respeto es la clave.

Considero que una de las maravillas del mundo moderno son las acciones silenciando a las palabras. No me apego a los recuerdos porque la mente es frágil.

Mientras siga aquí seguiré vibrando alto.

Irreversible

¡Pero qué magia la que tiene en sus ojos!, sorprendido me animé a preguntarle:

                                -¿Es siempre usted así de libre? / Sonrió al escucharme.

Podría vivir enredado entre sus cabellos ondulados, susurré.

                                -Las otras opciones no me hacen feliz / Respondió ella mientras mantenía su sonrisa y acomodaba su cabello en sentido del viento, dejando volar algo más que mi imaginación al irse caminando con mi vida en sus manos.

Llené mis bolsillos con un suspiro y caminé como si nada hubiese sucedido... cuando realmente sucedió todo, porque fue ella.

Fragmento de los pecadores actuales

Ahora los pecadores lanzan besos inofensivos,
sus propias sombras caminan de rodillas cada noche pagando el pecado que no sintieron,
que no pudieron disfrutar aunque rogaron un poco de atención.

El cuerpo inerte yace bajo litros de sangre,
coleccionando virginidades,
una tras otra... destrozando corazones.

En la única piedra que piensan es en la que pican para alucinar con sus banalidades sociales.
No lloran, no sufren...

Pecan bajo intensidades e identidades diferentes y nadie sabe de quién se trata.




Guía

Nacer
Crecer
Aprender
Vivir
Errar
Corregir
Sentir
Anhelar
Intentar
Fallar
Intentar otra vez
Morir
Pensar
Sentir
Renacer
Seguir aprendiendo

Abuela

Era una tarde común, quizás un poco más fría de lo normal.
Estaba camino a casa, sentada en los asientos delanteros del bus. Mientras desenredaba mis audífonos escuchaba, inevitablemente, una conversación telefónica que al parecer no iba nada bien... Me dejó pensando en el vacío que causa una separación; física o emocional y en las múltiples opciones que te ofrece el mundo para llenar ese vacío.

El bus se detuvo dos cuadras más adelante de mi parada, me bajé con un poco de enojo y caminé por las calles de siempre hacia mi casa. Ese día el calor se había ausentado. Cuando llegue noté de inmediato que algo no andaba bien, el olor característico de la comida casera no formaba nubes espesas en la sala.

Mi enojo huyó y entré cubierta de susto. Al abrir la puerta vi a mi mamá desmoronada en una esquina del sofá, intenté no apresurar mis inquietos pensamientos, pero toda una película de horror empezaba a arrancarme lágrimas, sin siquiera saber lo que pasaba.
Al acercarme confirmé que algo andaba muy mal y sólo se me ocurrió hacer la pregunta más pueril y vacía del mundo: <¿qué pasó mami?>. 

Ella tenía un sentimiento inmenso retenido en lo más profundo de su ser, estaba a punto de explotar, pero aún así se armó de fortaleza materna y me explicaba delicadamente lo que había sucedido. Escuchaba el tiempo pasar sobre nosotros como si nos estuviese arrollando, no podía creer lo que estaban diciéndome, en ese eterno instante todo sonaba tan absurdo.

Esa era justo la única noticia que nunca quise recibir
y menos de la boca de mi madre.
No estaba preparada, nunca iba a estarlo.
Todo era lento y doloroso. 
Mi mente iba proyectándome de a poco los momentos de mi infancia, instantes que quise inmortalizar en fotos... pero aun así no eran suficientes para hacerme sentir que la estaba viendo una última vez. Mi mamá había decidido ahogarse en sus propias lágrimas y yo no encontré otra solución más que acompañarla hasta el suicidio.

Cada segundo era eterno, cada suspiro era un intento desesperado para seguir respirando. Nos tocó asumir la realidad porque era hora de visitarla, no quería olvidar nunca ese momento. Busqué la ropa que había evitado.
En un abrir y cerrar de ojos estábamos en camino,
nada era más urgente que ella.
Cada detalle en el paisaje me ayudaba a recordar todo lo que había hecho por mí, todos los  momentos que vivimos. 
Mi cuerpo avanzaba de forma mecánica, pero mi mente todavía estaba dentro de un instante pasado de mi vida. Ahí congelada.
Al verla (...) sentí que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, como si me arrancaran una gran parte de mi corazón estando aún con vida. Ella vestía su atuendo preferido, justo aquel que usó cinco semanas atrás, en mi último cumpleaños. Ese vestido tan elegante y fino, como lo era ella hasta ese momento.

Su rostro seguía igual, incluso llegué a sentir que en cualquier momento iba a despertar y me iba a reclamar por no llevarle los dulces que tanto le gustan. No se me pudo ocurrir nada más sensato que intentar abrazarla, obligándome a creer que todo era una broma, o una pesadilla para sentir alivio.

Pero al tocarla la historia seguía siendo la misma, estaba muy fría. Como por arte de magia negra mi cuerpo empezó a llorar, todavía no sé si fue por dolor, impotencia o coraje. 
No podía dejar de verla y rogaba para que ella recuerde la última vez que me había visto... pero era demasiado tarde y la hora de dejarla ir se acercaba.

Ella seguirá viviendo en mí por siempre, susurraba de forma descontrolada por los pasillos de la sala con un café en mano mientras secaba mis ojos... tal y como se lo había prometido días antes en el jardín de su casa, entre risas y recuerdos. 

Aquí estoy. Ha pasado un año, tres meses, seis días y sigo sintiendo aún sus manos frías, sigo lamentando no haberle dicho cuánto la amaba cada día. 
Ella es una parte importante de lo que alguna vez fue mi vida. 
Yo sé que donde quiera que esté... siente lo mismo que yo.