Esto de jugar a ser extraños algún día deberá terminar, las putas quieren caminar por las calles iluminadas, ya se cansaron de aquellos callejones oscuros.
Renacen del asfalto las sombras de las personas que fueron olvidadas, la del hombre que traicionó a su amigo encabeza la marcha y todo comienza a tener sentido.
Tan jodido es esto de fingir.
Eso somos, unos monstruos hijos de puta jugando a ser dignos de la bendición divina, creyendo que tenemos derecho a reclamar superficialidades y pendejismos; tratando de reír con esas imágenes pueriles que sólo traen recuerdos bastardos a nuestra mente.
Esto de leernos y no conocernos, esto de vernos y bajar la mirada.
Hijos de puta,
hijo de puta... la vida es mi madre, ¿y la tuya?.
Tantas veces reímos juntos que olvidamos agarrarnos la mano para caminar, tanta risa caga al amor.
Nos convencemos de que nuestra alma corre desnuda, feliz entre la maleza de los corazones; pero creer es nuestro mayor defecto, seguimos atándonos a la mierda que nos rodea y tratamos de convertirnos de a poco en eso.
Unos reales chuchas de su madre.
Apresuran sus pasos con un periódico viejo bajo su brazo o una funda de papel cada vez que les hablo coloquialmente, como si no me lograsen entender.
Ellos que fueron concebidos bajo una nube de confusión y dolor. Aquí gana el que se olvida de su pasado, de las cagadas que cometió para ganar así valor moral y poder recriminar y condenar los sueños de nuestros hijos, de tus hijos.
Fumaron tantos años puchos de caroline escuchando a esos locos tira piedras que ahora se creen reyes.
Eso es todo, un poema impublicable que será arrastrado a la oscuridad para hacerle compañía a las putas que nunca saldrán...
porque, aunque ellas quieran, nosotros no estamos listos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario