Es algo que no logra entender.
Hace lo que cree que sabe hacer mejor,
pero aún nadie la ha
visto amar con el corazón.
Cuelga los usados vestidos de lentejuelas con olor a trabajo
sobre los
libros que no ha podido leer,
y limpia con lágrimas la pintura gris de su cara.
Vuelve
a ser quien es realmente,
brillante… casi irreconocible.
Pequeñas manos curan las heridas que sangran nostalgia cada noche,
con
dosis de dos o cuatro pequeños abrazos por hora,
nada le hizo falta nunca.
Los bufones, verdes de la envidia, mueren si no hablan de sus faltas,
pero no es por eso que es tan importante.
Es su gran sonrisa color lirio lo que
ilumina sus pasos,
incluso sus caídas.
Sólo un humano es capaz de lastimarla lo
suficiente
como para arrancarle sus alas y los sueños tatuados en sus manos...
ella misma.
Nadie conoce lo que grita su corazón,
solo lo que susurran
sus labios… a veces una que otra mentira colorida.
Ha jugado a las escondidas
con la muerte más de una vez,
es toda una experta huyendo.
Ahora le toca
aprender.
Fijaron sus alas a una gran pared de resentimientos y
conflictos,
sus manos se cortaron al intentar escapar entre lágrimas y risas
fingidas.
Pudo al fin hacerle el amor a la esperanza,
aquella tarde en que entregó su corazón al rey
y durmió plácidamente sobre su pecho…
escuchando a cada segundo su cansada respiración.
Nadie más supo de ella
la tarde en que decidió despegar su foto perfecta del espejo roto
para dejar ver su verdadero rostro.
para dejar ver su verdadero rostro.
Algunos
cuentan que su sonrisa es la que ilumina por las noches
los callejones oscuros
de los suburbios del cielo,
otros cuentan que en su cuerpo empiezan a crecer
dos
mariposas rosas que descubrirán el secreto del amor.
Yo prefiero creer que va
por su vida amándose como nadie la ha podido amar.