13 marzo, 2013

Paulina


Es algo que no logra entender.

Hace lo que cree que sabe hacer mejor, 
pero aún nadie la ha visto amar con el corazón. 
Cuelga los usados vestidos de lentejuelas con olor a trabajo 
sobre los libros que no ha podido leer, 
y limpia con lágrimas la pintura gris de su cara. 
Vuelve a ser quien es realmente, 
brillante… casi irreconocible.

Pequeñas manos curan las heridas que sangran nostalgia cada noche,
 con dosis de dos o cuatro pequeños abrazos por hora, 
nada le hizo falta nunca.
Los bufones, verdes de la envidia, mueren si no hablan de sus faltas, 
pero no es por eso que es tan importante. 

Es su gran sonrisa color lirio lo que ilumina sus pasos, 
incluso sus caídas. 
Sólo un humano es capaz de lastimarla lo suficiente 
como para arrancarle sus alas y los sueños tatuados en sus manos...
 ella misma.

Nadie conoce lo que grita su corazón, 
solo lo que susurran sus labios… a veces una que otra mentira colorida. 

Ha jugado a las escondidas con la muerte más de una vez, 
es toda una experta huyendo. 

Ahora le toca aprender.

Fijaron sus alas a una gran pared de resentimientos y conflictos, 
sus manos se cortaron al intentar escapar entre lágrimas y risas fingidas. 

Pudo al fin hacerle el amor a la esperanza,
aquella tarde en que entregó su corazón al rey 
durmió plácidamente sobre su pecho… 
escuchando a cada segundo su cansada respiración.

Nadie más supo de ella 
la tarde en que decidió despegar su foto perfecta del espejo roto 
para dejar ver su verdadero rostro. 

Algunos cuentan que su sonrisa es la que ilumina por las noches 
los callejones oscuros de los suburbios del cielo, 
otros cuentan que en su cuerpo empiezan a crecer 
dos mariposas rosas que descubrirán el secreto del amor. 


Yo prefiero creer que va por su vida amándose como nadie la ha podido amar.

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