Estamos hechos de oportunidades.
No desperdiciemos el tiempo llenándonos de odio, rencor, envidia, arrepentimiento y miedo cuando podemos invertir ese tiempo en activar nuestros sentidos para estar atentos a las situaciones que nos podrían dar nuevas experiencias para nuestra mente, espíritu y cuerpo.
Los sentimientos o pensamientos negativos nos llenan de falsos horizontes y malgastan nuestra energía haciéndonos creer que el mundo está en nuestra contra; otorgándole poder a los fantasmas mentales, nuestros y ajenos..
Para evitarlo debemos estar abiertos al aprendizaje en todas sus formas: nuevas sensaciones, personas y pensamientos.
Las oportunidades no solo nos las dan seres externos, también podemos dárnoslas nosotros mismos como prueba de confianza hacia el nuevo ser humano que creemos ser o somos. Y más que "podemos", debemos.
Cada mañana permitámonos demostrarnos que las lecciones vividas nos han entregado, por merecimiento, una nueva forma de ver el mundo; y que esto nos regala por añadidura paz y curiosidad. La conciencia nos empuja de a poco al razonamiento previo de cada acción nuestra, ayudándonos a evitar actitudes innecesarias, palabras banales y situaciones incómodas.
Al estar abiertos, de forma conciente, a nuevos conocimientos debemos también tener claro quiénes somos y en quién queremos convertirnos. No permitamos que seres humanos oscuros alteren nuestras creencias, ni tampoco dejemos que falsos iluminados nos hagan creer que somos algo que no va con lo que sentimos.
Piensa, siente, actúa.
Bajo esos parámetros impulsamos a nuestro yo interno para que trabaje en conjunto con nuestro yo externo. El accionar va de la mano con el presente y altera drásticamente el futuro. No hay mejor forma de vivir aquí y ahora que actuando en el momento preciso, sin falsos propósitos ni ocupaciones que impiden el paso de una solución.
Es ilógico creer que al aprender a identificar sentimientos, estar conciente de ciertas situaciones o al poder reconocernos sin necesidad de un espejo, podremos alcanzar un nivel de superioridad. No, todo lo contrario. Nadie es superior o inferior. Asimilamos el hecho de ser un pequeña partícula dentro de un multiuniverso que ha llevado consigo vida y muerte durante miles de millones de años. Pero ser una partícula trae consigo más que minimizarnos, es saber que aunque somos nada dentro de un todo, podemos generar cambios empezando con pequeñas acciones. Así logramos convertirnos de nada a la energía que puede mover ese todo si reaccionamos juntos. Dejando claro que la vida ya tiene su lista de reglas que permiten un justo funcionamiento del premio y castigo dentro de nuestro mundo conocido.
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