De pronto fue como si los volcanes se activaran para permitir que mi furia salga a través de su lava,
como si las montañas entendieran mi angustia y
empezaran a crujir para darme aliento,
mientras los mares se agitaban al compás de mis pensamientos para hacerme compañía.
Me dejé llevar por la corriente de aire,
fui parte de un torbellino de opciones y decisiones.
No era el fin del mundo, era el inicio de uno nuevo.
Del caos absorbí la experiencia y de los escombros renació mi esperanza;
del silencio brotaron nuevas ideas al mismo tiempo que la oscuridad me mostraba la luz guía.
Agité las alas de mi mente para fluir con mi naturaleza,
dejé de oponerme y obedecí sumisamente al latir de mi corazón,
a mis instintos de vida.
Nunca tuve más claro lo que tenía que hacer.
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