12 diciembre, 2019

Carta

Me abrí paso entre la maleza de tu mente;
derribé montañas de basura acumulada y
apilé sueños mientras organizaba recuerdos maltrechos...
y tú sentías miedo.

Fui parida por tu inseguridad y deseo de ser alguien más,
yo era nada y de a poco me convertí en todo,
invadí y tomé el control de tu interior...
y tú no sabías qué sucedía.

Crecí y me dejaste tomar decisiones importantes por ti,
descarté culpabilidades que adquiriste con el paso del tiempo,
juntas fuimos grandes mientras sentías alivio al desconocerme,
creyendo inocentemente que todo era producto de tu valentía.

Las cosas se complicaron para ti cuando descubriste que la voz de tu interior fue diseñando su propio rostro y personalidad, ¿verdad?
¿Te asustaste cuando cerraste los ojos queriendo dormir y me viste por primera vez?
¿Te gustó lo que sentiste cuando escuchaste tu nuevo tono de voz?

El tono de voz que había elegido para mí.

Te resististe y día a día batallabas contra mí para recuperar tu libertad mental y emocional, 
pero era yo la que ahora dominaba cada paso del cuerpo y cada latido del corazón,
no podía permitirme regresar con las manos vacías...


Desesperada buscaste huir varias veces
de tu recurrente pensamiento de saltar,
pero el cuerpo ya era mío y tenía mucho por hacer.
Quise recuperar la fuerza que sabía que tenías antes de existir en ti,
por eso estoy aquí.

Te aparté de las acciones,
intenté empujarte disimuladamente al abismo;
sabía que esa era mi única oportunidad para mostrarme,
pero lo que no sabía es que eras tú la que se dejaría soltar sin más.

Lo mejor que pudiste hacer fue dejar esa guerra silenciosa y 
caer derrotada en una esquina de mi mente, 
ansiosa por descubrir victorias, perdones y errores sin sentir culpa.

Te leo en voz alta para agradecerte por el espacio,
por alimentarme con tus miedos,
por permitirme probar el fracaso de tus anhelos para saber hacia dónde quiero ir.


Seguimos juntas en este viaje.

No hay comentarios: