11 julio, 2013

Dejo escapar nubes de humo mientras Bolivia se encarga de adormecer mi lengua y garganta.
Bebo la sangre de los dioses para enfurecerlos.


La ira de la naturaleza caerá sobre nosotros 
como una maldición gitana en forma de flores de colores 
al ver que nos besamos, 
y que humedeces algo más que mis labios, 
y nos hará entender que el único error que estamos cometiendo 
es soltarnos las manos cada noche.


He saltado de país en país tratando de recordar cómo era mi vida antes, 
pero sólo me hallo en tu Ecuador, 
en tu mitad, 
en ti; 
en tus dedos cuando se enredan en mi cabello despeinado, 
en tus piernas cuando bailan al ritmo de mi corazón, 
en las palabras tan tuyas, 
en los juguetones dedos moviéndose al compás de nuestras caderas latinas, 
en los cuerpos que sudan sustancias desconocidas y en los dientes que se enredan.



Dejemos de escapar amor, 
es tan bonito aquí donde no hay nadie más,
donde todos los ojos se cierran y son los tuyos que me atrapan; 
es tu sonrisa la que grita peligro y es mi mano la que no te suelta.




Ven corazón,
repoblemos de miradas contentas esta seca tierra de envidia y desamor.
Siento necesidad de fundirme y desaparecer en tu cuerpo,
de ser pintura y pintar el mejor cuadro sobre ti...
Y en tus sábanas blancas dejar huellas de amor.


Lo injusto es no poder mirar tus ojos todo el tiempo.

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