Mi propio pedazo del infierno... y me encanta.
Las palabras más bizarras,
los poemas más puercos,
las situaciones más vergonzosas.
Todo saben que las palabras románticas están devaluadas,
y todo lo sublime ha perdido su sentido.
Me hundo en mi cama de vocales y consonantes coloridas,
onomatopeyas gritadas en silencio y manchas de amor en las orillas.
Me hundo y soy feliz perdiéndome cada noche
solo para que mi pedazo de luna me encuentre entre tantas guerras del pasado.
Dejo que su espada corte una y otra vez las espesas selvas de mi mente
para que pueda alojarse en lo más profundo de mi alma.
Somos uno,
me despoja de mi ropa y de mis miedos,
penetra en mis recuerdos toda la noche,
me mira a los ojos y me hace sentir su ira.
Se deja caer sobre mi cuerpo,
derramando sudor,
sonriendo de felicidad.
Sonríe como si hubiese descubierto la verdad de la vida,
me grita al oído cosas que no puedo escuchar,
termina de inhalar el humo oxidado
y se va por la mañana.
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