así evita que pueda ver la película que proyecta mi realidad,
pero la música aún suena en mi cabeza.
Enjuaga mis culpas con autoperdones ligeros antes del desayuno,
me obliga a succionar el aire que queda en el ambiente para insertarlo en los otros oídos convertido en espesas palabras que no logran comprender,
Enjuaga mis culpas con autoperdones ligeros antes del desayuno,
me obliga a succionar el aire que queda en el ambiente para insertarlo en los otros oídos convertido en espesas palabras que no logran comprender,
arrastra mis pies por la tierra de nadie
y me deja habitar en los pequeños rincones que la gente ha olvidado.
Escritos largos e inéditos recorren mis venas,
me mueven de las esquinas oscuras y
Escritos largos e inéditos recorren mis venas,
me mueven de las esquinas oscuras y
destapan botellas de actos inconscientes para obligarme a beberlas como antídotos del veneno que la vida me ha inyectado.
Las coloridas lágrimas de los menos afortunados logran conmover mi espíritu vacío y lo pintan de ganas de intercambiar destinos, como si yo pudiese hacer algo mejor que no intentar hacer algo, como si fuese capaz de sobrellevar el peso de mi respiración junto con la tropezada humanidad de alguien más, como si estar de pie no me costara lo suficiente y quisiera adquirir grandes responsabilidades ajenas a mis habilidades naturales sólo para sentirme menos mal.
Lo intento, lo juro, pero la fragancia de lo incierto me atrae más que los olores que son familiares para la nariz mía... olores que casi no logro distinguir.
Lo intento, lo juro, pero la fragancia de lo incierto me atrae más que los olores que son familiares para la nariz mía... olores que casi no logro distinguir.
Creo personajes imaginarios que comparten mi miedo,
para así poder hablarlo con alguien más mientras estoy dentro.
Ensayo conversaciones profundas con el silencio y encuentro soluciones eficaces a mis problemas internos.
Soy mi paciente y mi cirujana.
He cruzado tantos mares de pensamientos a punta de brazadas apuradas y cansadas que estoy segura de poder reconocer el origen del alfabeto que llena cada mar.
Crucé de norte a sur y regresé por el camino equivocado...
"¿Cómo pudo eso ser posible?
¡Tenía un plan!".
Entonces, la angustia gobierna mis temblores e impide el paso de aire puro por mi garganta.
Altera la mente y el cuerpo,
ataca todos mis puntos débiles porque sabe que juntos son más que los fuertes.
Mantiene mi acelerado pulso controlado y se encarga de generar posibles sucesos desastrosos para entretenerme lo que resta del día.
Después de varias guerras descubrí que lo único que podría combatir esos pensamientos, duros y jodidos, es otra cascada de pensamientos;
pero esta vez adquiridos de una mente más fuerte que la mía.
Abro los libros que el destino me ha lanzado a los pies y la angustia deja de reinar,
se escurre entre las comas respetadas y los acentos bien pronunciados.
Ella me abandona y me permite fluir entre los relatos de alguien más...
Pruebo con cuentos, novelas, biografías, historias, poemas y cualquier otro conjunto de palabras externas a mis carencias o necesidades.
Todo escrito nuevo es perfecto para ayudarme a tomar el control de mí.
Me mira, desde una esquina de mi habitación, y me promete que volverá.
Me hace saber que he vuelto a ser libre justo antes de poder dormir.
Cree saber que en algún momento no soportaré más.
Por eso escribo este libro convertida en otra persona.
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