14 diciembre, 2020

Laberinto mental

Somos constantemente absorbidos por la grisasiedad de la ciudad contaminada de humo y avaricia, de interés, hipocresía, falsos influenciadores y eternos procrastinadores.

Competimos con los rascacielos de las metrópolis,
con desesperación buscamos el mejor auto, 
el mejor dispositivo electrónico,
fabricamos abundantes mentiras para sostener un estatus inservible.

Opacamos con basura, en cada paso, el verdadero sentido de la vida.

Nos hemos dejado envolver por lo material,
cuando es lo intangible lo que nos regala sentido para continuar.

Deberíamos dejar las banalidades a un lado, 
de forma radical,
no más sonrisas fingidas para redes sociales,
ni vidas minimizadas.

Riamos al ver un nuevo amanecer,
tomémonos el tiempo de oler una flor en el camino,
miremos a nuestro alrededor y dejemos que la dicha de la creación divina invada nuestro cuerpo y nos llene de regocijo.

Desprendámonos de lo que hace la mayoría,
de las modas temporales,
de lo efímero y superficial.



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