Baila apasionadamente la silueta opaca de
dos amantes paridos del humo de un viejo cigarro, como ellos. Asombrados e ilusionados se descubren entre sí poco a poco, saliendo presurosos de las bocanadas inexpertas de su creador solitario.
Van
adquiriendo formas, culpas y recuerdos.
Tambalea el perfil de
aquella mujer que intenta envolver entre sus brazos, de forma desesperada y con
fuerza, algo más que la ilusión de poder conservar el recuerdo de
él, así como están, por siempre; mientras que él se deja caer entre los brazos del pecado universal, sin la más mínima intención de
sobrevivir a tal brutal ataque de pasión.
Sin remordimiento son felices.
Bailan juntos
al compás de sus corazones y caderas, sin fijarse en que sus bruscos movimientos empujan las paredes, y los muros de la mente
que los contiene se empiezan a derrumbar; los murmullos de la ciudad caótica se
juntan para convertirse en el peor huracán.
Por favor ellos no, son uno.
Por favor, ellos
no son uno.
Por favor.
Ellos.
No.
Son uno.
Son uno.
Ascienden juntos y le siguen el juego a las desfiguradas criaturas del viento mientras los intentan separar, luchan contra su huracán para permanecer
atados; mientras los ojos de la ciudad catatónica los ven desvanecerse, felices en el
intento.
El cigarro se consume pero ellos aún permanecen vivos dentro de cada
alucinación de los que no pudieron mantener entre sus brazos a su mayor
anhelo o de los que no tuvieron la valentía de dejarse caer en el pecho de la
tentación. Son más que el tiempo.
El cigarro necesita una excusa, la luz viene junto a ellos.
Como una señal de esperanza para todos los amantes
que guardan sus historias y prefieren no contarlas por miedo a perder, esta
vez algo más que su honestidad. Las historias corren hacia el fuego con la
intención de ser revividas.
El fuego está dentro de ellos.
Ellos viven nuestras historias.
Para los eternos pensadores cada
anécdota narrada comienza a pesar; las acumulan y sufren una transformación
degenerativa que impide el paso de la razón. Los recuerdos se aferran a los
pulmones y a la garganta, van moviéndose incómodamente por el cuerpo con el afán de implantar la loca idea de creer que pudimos haber hecho mejor las cosas... que pudo haber tenido otro resultado el problema. Nadie detiene la proyección de alucinaciones
inverosímiles, hay cabida para lo que pudo haber sucedido.
La fantasía ha secuestrado a la realidad y esta sufre de estocolmo.
Duele. Sufres. Bocanadas van y vienen. Revives.
Lamentas. Disfrutas del vapor que sale por tu garganta.
Bailas las
historias que proyectas en tu mente.
La realidad te golpea desde adentro, como queriendo romper las cadenas de la locura; mientras los amantes danzantes siguen
sumergidos en el fango de los intentos fallidos y las victorias no reconocidas
de cada creador, esperando su oportunidad para volver a mirarse entre sí y
poder cumplir su promesa de compañía eterna, esperan en el olvido con paciencia, el momento exacto para atrapar una historia y ser expulsados del inconsciente vestidos de algún nombre prohibido.